Mezquita de la Meca, Hajj #Ramadan2013

sábado, 25 de agosto de 2012

Cosmos: ¿cómo sería si estuvieras volando a través del Universo?


¿Cómo sería volar a través del Universo? Posiblemente la mejor visualización simulada de ello ha sido realizada a partir de los datos de galaxias recientemente publicadas del Sloan Digital Sky Survey .
Cada mancha del vídeo es una galaxia que contiene miles de millones de estrellas. Muchas galaxias forman parte de cúmulos enormes , de filamentos largos o de grupos pequeños , pero también hay extensos vacíos prácticamente sin galaxias.
El vídeo comienza con el vuelo a través de un gran cúmulo de galaxias cercano; luego da vueltas por el Universo captado por el SDSS a unos 2 mil millones de años luz (un desplazamiento hacia el rojo de 0,15) de la Tierra.
Los análisis de las posiciones y los movimientos de las galaxias continúan reforzando la idea de que nuestro Universo no sólo contiene la materia brillante que se ve, como las galaxias, sino también una cantidad significativa de materia oscura y de energía oscura que no se ve.

Hallá la respuesta aquí:
http://observatorio.info/2012/08/un-vuelo-a-traves-del-universo/

por A Flight Through the Universe
Video Credit: M. A. Aragón (JHU), M. SubbaRao (Adler), A. Szalay (JHU), Y. Yao (LBN, NERSC), and the SDSS-III Collaboration

Especial: Los aportes del Musulmán en Argentina y en Latinoamérica -parte 1


Habiendo reflexionado anteriormente sobre la honda raigambre arábiga que se estableció en la península ibérica, junto con los aportes de los árabes en la cultura castellana, es importante contemplar la influencia de esta rica cultura en las milenarias de América. 
Si bien esta influencia se extendió a gran parte del continente, se ha destacado, quizá, cuantitativa y cualitativamente en Argentina, influyendo en otros países limítrofes.

Contacto con lo gauchesco

Un interesante artículo escrito por Gil Benumeya, titulado “Arabes e hijos de árabes en Hispanoamérica” nos muestra aspectos novedosos respecto a paralelismos entre la figura del beduino y del gaucho, por ejemplo, en nuestra tierra argentina.

Recordemos cómo los árabes, en sus casi ocho siglos de permanencia en España, se sintieron subyugados, en forma particular, por la tierra y cultura de Andalucía, a la vez que se identificaron con sus paisajes y costumbres. 
Destaca, asimismo, el autor citado que, de los diversos pueblos arábigos que intervinieron en la conquista de España, los beduinos nómades se distinguieron por la cantidad de personas que llevaron y, además, por constituir la mayoría de habitantes de la península arábiga. Estos seres viven en un desierto hostil, seco y de clima muy riguroso que templa el carácter del hombre con una vida sacrificada. Por eso el autor compara a este ser errante, pero con un espíritu profundamente religioso y pensante, con el gaucho de nuestro país, perseguido y marginado de la sociedad. Los poetas del desierto describían sus campamentos, los camellos, los combates que sostenían, pero también el amor, de un modo objetivo, no dejándose llevar por espejismos ni exagerada fantasía. Se esmeraban, eso sí, en comparar diestramente las cosas reales con otras. En lo que respecta a su religión, la practicaron con austeridad y ascetismo, semejándose a los antiguos anacoretas del desierto.

Más adelante, el autor muestra cómo los inmigrantes llegados a estas tierras “adquieren sus relieves más perfectos” ya que, al identificarse con algunos paisajes duros, semejantes a los suyos, creaban una especie de beduinismo criollo. 
“Esto ocurrió -enfatiza Benumeya-, sobre todo, con los gauchos de la pampa argentina, respecto a los cuales un intelectual argentino, el señor Torres López, ha profundizado el tema de sus paralelismos con los beduinos de la antigua caballeresca Arabia”. Compara, así, a Antarat Ibn Xadad con Martín Fierro, a la vez que destaca en Hatim Tai, lo mismo que en Güemes, su honor, lealtad y hospitalidad. Pero también coloca en su lista comparativa a muchos otros personajes árabes y criollos, entre ellos a personajes de la picaresca, como Pedro Urdimales.

Todo esto se potencia porque se encuentran en un ámbito en el que se habla el español o, incluso, el portugués, muy alejado de la realidad del inglés.

Árabes emigrados a América

Ubica el comienzo de la emigración hacia 1860, con viajeros que provenían de Siria, las costas del Líbano y de Palestina. La política de los últimos soberanos del imperio turco, que había emprendido una turquización forzada, estimuló a los habitantes de aquellas regiones sedentarias a buscar un lugar en el cual pudieran ejercer su ancestral libertad, tan valorada por ellos. Pero, asimismo, porque a raíz de ello estaban sumidos en la miseria.

Lo que comenzó, en un principio, con los habitantes de tierras inhóspitas, luego se fue extendiendo a gente de diversas regiones de la península arábiga. Muchos se radicaron en Norteamérica, por la prodigalidad que prometía; sin embargo, poco a poco fueron prefiriendo los países de habla hispana o portuguesa, pues se sentían más identificados con su forma de hablar, de ser y pensar. Todo esto se acentuó luego de la Primera Guerra Mundial puesto que sus países habían sido repartidos entre las grandes potencias.

Al llegar a sus nuevos destinos, se vincularon enseguida con sus compatriotas y dieron origen a organizaciones sociales, aunándose entre ellos con el objeto de paliar la situación de desarraigo, tratando de conservar vivas la memoria del terruño y sus tradiciones.

Sin embargo, a la vez se fueron vinculando con los nativos, haciendo propias sus costumbres y tradiciones y creando una hermandad solidaria con ellos. Originaron, entonces, asociaciones barriales, periódicos, escuelas, reuniéndose, de vez en cuando, en congresos y actividades culturales.
De este modo, participaban de su movimiento social y de celebraciones patrias, motivo por el cual fueron incluidos por los lugareños con mucho cariño.

Planeta Marte, El Curiosity y el mensaje de Carl Sagan




¿Qué diría nuestro querido Carl Sagan si viera las maravillosas vistas que nos envía Curiosity desde el Planeta Rojo? No lo sabemos, pero unos pocos meses antes de fallecer, Sagan grabó un mensaje que dedicó a los futuros exploradores y colonos de Marte. Parte del mensaje ha estado rondando por Internet desde el momento en que Curiosity pisó suelo marciano.

Sagan fue un apasionado por la exploración de Marte, el establecimiento de presencia humana en ese planeta, y el aventurarse en el Sistema Solar y más allá; y esa pasión la podemos sentir claramente en sus palabras.

Hola, soy Carl Sagan. Este es un lugar en el que suelo trabajar en Ithaca, Nueva York, cerca de la Universidad Cornell. Quizá puedas escuchar, de fondo, una cascada cercana de 200 pies de altura, lo que probablemente es –yo diría- una rareza en Marte, incluso en tiempos de tecnología avanzada.

La ciencia y la ciencia ficción han hecho una especie de danza durante el último siglo, especialmente en lo que respecta a Marte. Los científicos hacen un hallazgo. Éste inspira a los escritores de ciencia ficción a escribir sobre ello, y una gran cantidad de jóvenes lee ciencia ficción y se entusiasma, y se inspiran a convertirse en científicos para descubrir más sobre Marte, y lo hacen, lo que alimenta nuevamente otra generación de ciencia ficción y ciencia; y esta secuencia ha desempeñado un papel importante en nuestra capacidad actual para llegar a Marte. Sin duda fue un factor importante en la vida de Robert Goddard, el pionero estadounidense en la cohetería quien, creo que más que nadie, allanó el camino para nuestra capacidad real de ir a Marte. Y, sin duda, desempeñó un papel importante en mi desarrollo científico.

No sé por qué estás en Marte. Tal vez estás allí porque hemos reconocido que debemos desplazar cuidadosamente pequeños asteroides para evitar la posibilidad de que uno impacte la Tierra con consecuencias catastróficas, y, mientras lo hacemos en el espacio cercano a la Tierra, estamos a pocos pasos de Marte. O, quizá estamos en Marte porque reconocemos que si hay comunidades humanas en muchos mundos, las posibilidades de extinguirnos por alguna catástrofe en un mundo son mucho menores. 
O tal vez estamos en Marte debido a la magnífica ciencia que se puede hacer allí; las puertas de ese maravilloso mundo se están abriendo en nuestra era. 
Quizá estamos en Marte porque tenemos que estar, porque hay un profundo impulso nómada desarrollado en nosotros por el proceso evolutivo, venimos, después de todo, de cazadores recolectores, y durante el 99,9% de nuestra estancia en la Tierra hemos sido nómadas. Y el próximo lugar donde ir es Marte. Pero sea cual sea la razón por la que están en Marte, me allegro de que estén allí. 
Y me gustaría estar con ustedes. 


miércoles, 22 de agosto de 2012

Receta Musulmana: Pan de Pita (Pan o fugaza árabe)


 Ingredientes
 – 25 gramos de levadura  o 1 sobrecito de la seca, 300/350 ml de agua tibia, 1 cucharadita de azúcar, ½ kilo de harina 000, 2 cucharaditas de sal fina, 1 cucharada de aceite de oliva.


Preparación 
– Poner la mitad del agua tibia con la levadura en un bol, con la cucharadita de azúcar y esperar hasta que fermente, aumentando considerablemente de volumen y muy espumosa. Si tiene una pequeña amasadora familiar (o si no hágalo a mano) ponga el resto de la harina con la sal, mezcle, añada la cucharada de aceite de oliva y el agua restante.
Empiece a amasar y vierta poco a poco la levadura. Regular con un poco más de agua o harina el final del empaste que debe resultar liso, sedoso y consistente. Pasar la masa en un bol untado con aceite y untar, siempre con aceite de oliva, la misma masa. Cubrir con un paño húmedo y dejar descansar hasta dos horas en un lugar templado de la cocina, para que la masa adquiera el doble de volumen. 
A este punto sacar la masa de su recipiente, enharinar y cortar con un cuchillo en diez trocitos o mejor intentando que tengan un peso de unos 30 gramos cada uno, a los cuales se le dará forma de bolita con las palmas de las manos, siempre ayudándose con un espolvoreado de harina. Colocar de nuevo los bollitos enharinados en una bandeja y dejar levar otro 30 minutos, siempre en un lugar templado, cubierta de un paño de cocina o película plástica. Preparar en tanto la lata donde se va hornear y espolvorearla con harina.
Aplastar con un palote cada bollito de masa hasta un espesor de medio centímetro y colocarlos en la lata; la cantidad de panes que se pueden disponerse sobre su superficie  depende del tamaño que adquieren los bollitos extendidos  y el de la placa misma. Espere que leven al doble de su volumen. Hornear a 250 ºC  más o menos seis minutos, apenas y cuando quieren  comenzar a dorarse. A este punto sacar la placa del horno. 

Es decir las fugaza cocidas deben resultar completamente blancas  de ambos lados, infladas y al cortarlas tiene que constatarse la ausencia de miga.  Déjelas enfriar y consérvelas en bolsa hermética en heladera o freezer. 

Hay algunos que aconsejan envasarlas inmediatamente cuando están calientes, en bolsa plástica, de esta manera el vapor que despiden todavía de la cocción, condensándose, mantendrá la necesaria humedad para hacerlas volver otra vez frescas solamente con un golpe de calor en horno o  sobre  tostador.
Pero aprovechar este pan recién salido del horno es la manera más feliz de saborearlo, especialmente si no tiene ciertas prohibiciones propias de la religión islámica y lo rellena con una buena y perfumada feta de mortadela de Bologna.
Fuente: Las recetas árabes de Pasqualino

Pensamiento Lateral: Adrián Paenza _reflexiones XIII



EL DR. ADRIAN PAENZA NOS INVITA A PENSAR…
  
 Niños prodigios
¿Qué significa ser un "niño prodigio"? ¿Qué condiciones hay que reunir? ¿Ser más rápido que tus pares o estar más adelantado, o ser más profundo, más maduro? ¿O es hacer más temprano lo que otros hacen más tarde o nunca?
Lo que me queda claro es que los humanos necesitamos categorizar, compartimentar. Eso nos tranquiliza. Si en promedio un niño empieza el colegio a los seis años, el secundario a los trece y la facultad cuando ya puede votar... cualquier "corrimiento" de lo preestablecido lo distingue, lo separa, lo "anormaliza". Mi vida fue distinta, pero yo no lo supe hasta que pasaron algunos años. Yo hice el primer grado de la escuela primaria como alumno libre y eso me permitió entrar en lo que hoy sería segundo grado cuando tenía todavía cinco años. Cuando terminé "quinto" me propusieron hacer el ingreso en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Lo preparé, pero después no me dejaron rendir el examen porque dijeron que era demasiado pequeño: tenía diez años. Entonces, mientras cursaba sexto grado estudié todas las materias del primer año del secundario para rendirlas como alumno libre otra vez. Y lo hice. Por eso, entré con once años al segundo ciclo lectivo. Y luego, mientras cursaba el quinto año por la mañana hacía en paralelo el curso de ingreso a Ciencias Exactas por la noche. Es decir, hice mi primera incursión en una facultad cuando sólo tenía catorce años. Ah, me recibí como licenciado en matemática cuando tenía diecinueve y como doctor un poco más adelante. Y además estudiaba piano con el gran pianista argentino Antonio De Raco, quien me llevó a tocar La Tempestad de Beethoven en Radio Provincia cuando sólo tenía once años.
Ése es el racconto. Ahora, algunas reflexiones. Para los de alrededor yo entraba en la categoría de "prodigio": ¡es un bocho en matemática!, ¡sabe logaritmos! (qué estupidez, por Dios). ¡Tenés que escucharlo tocar el piano! ¿Prodigio yo? Yo no tenía idea de lo que estaba haciendo. Me costaba conseguir las cosas igual que a mis compañeros. Es obvio que podía hacerlo, pero también es obvio que tenía todas las condiciones para poder desarrollarlo. En la casa que yo nací, con los padres que tuve, ¿cómo no me iba a desarrollar más rápido si no había virtualmente restricciones? ¿De qué prodigio me hablan? No desconozco los trastornos emocionales que puede acarrear tener compañeros mayores. Pero ¿la madurez es sólo una cuestión cronológica? Yo no recuerdo haber tenido problemas con eso. Y quería jugar a la pelota. Y lo hacía.

Receta Musulmana: Pescado con papas al horno


Ingredientes
1 kg de pescado ( Lubina)
1 cabeza pequeña de ajos
Apio
1/2 vaso de aceite
1 kg de papas
Rodajas de tomate, pimiento verde, limón y cebolla
Sal
Pimienta y cayena

Preparación
1- Limpiar el pescado y lavarlo ( Se puede partir en trozos)
2- Machacar el ajo con la sal, el comino, y la pimienta ( la cayena según gusto).
3- Pelar las papas y cortarlas en rodajas medianamente gruesas.
4- Mezclar las papas con el ajo machacado y el aceite, ponerlas en un molde.
5- Adobar el pescado con parte del ajo machacado, ponerlo en el molde.
6- Adornar con rodajas de tomate, cebolla, pimienta verde y limón.
7- Meter en horno caliente. 

Islam: “Bismillahi arrahman arrahim”

El poder de la básmala

Un pequeño cuento para concientizarse de bismillah

Érase una señora que siempre estaba diciendo la básmala: “Bismillahi arrahman arrahim” (en el nombre de Dios, el más Misericordioso, el Dispensador de Gracia) para toda acción que emprendía, si cogía una cuchara decía bismillahi arrahman arrahim, cuando daba vueltas con ella en la olla decía bismillahi arrahmani arrahim, y así con todo lo que hacía.

Su marido, que siempre la escuchaba, estaba ya muy cansado de esta frase que para ella era mágica y poderosa. Así que un día decidió poner en marcha un plan para que su mujer dejara de decir la fastidiosa frasecita que tanto le molestaba. Le dio una bolsa con dinero y le dijo que se la guardara hasta que él se la pidiera. La mujer abrió un cofre (básmala), la metió dentro (básmala) y cerró el cofre (básmala); el hombre la vigilaba, para saber donde la escondía. Así que un día muy sigilosamente fue al escondite, cogió la bolsa del dinero y la tiró al mar.

Al cabo de unos días, el hombre fue al mercado y compró un gran pescado. Se lo llevó a su mujer y le dijo que si lo podía preparar. La mujer lo cogió, lo abrió (siempre con mencionando la básmala por supuesto), y ¿qué es con lo que se encontró? Con el saquito de las monedas de su marido. Así que lo cogió con el bismillah y lo volvió a guardar en el cofrecillo.

Llegó su marido y le pidió el saquito de dinero, ella fue al cofre y se lo dio. Su marido se quedó atónito, sin qué hacer ni qué decir. Le preguntó el hombre : “¿cómo lo has conseguido? Y ella le respondíó que esto era gracias al poder del Bismillahi arrahman arrahim.
A partir de entonces, el hombre que siempre había estado muy rebelde con las creencias volvió a tomar el Islam.

Fuente: Recopilación de cuentos por Basira Morlans

domingo, 19 de agosto de 2012

Pensamiento Lateral: Adrián Paenza _reflexiones XIV



EL DR. ADRIAN PAENZA NOS INVITA A PENSAR…






Islam: La Vestimenta I - Islam: La robe I


Vestirse en el islam  - parte I

Por Ricardo H. S. Elía

Alguien preguntó a Ya’far as-Sadiq, de qué manera un hombre podía mostrar la Bendición divina, y respondió:«Llevando sus vestimentas limpias y perfumándose, blanqueando su casa, y quitando la suciedad de la misma. Pues, Dios ama el brillo de la luz antes de la salida del sol y así, El aleja la pobreza y aumenta los medios de subsistencia de la persona que se comporta de esta forma».  

Dice el famoso sabio iraní, el Allamah al-Maylisí (1628-1699), compilador de la colección de hadices llamada Biharal-Anuar (“Océanos de las luces”) y Al-Haqq Yaqin (“La verdad confirmada”): «...aún cuando el Islam ha aconsejado a sus adeptos abandonar el lujo y los ornamentos, orientándoles más bien hacia las virtudes, la espiritualidad y las bendiciones de la vida futura, les ha disuadido asimismo de llevar una vida monástica y abstenerse de las bendiciones de este mundo. El Sagrado Corán se opone explícitamente al pensamiento monástico y señala a este respecto: “¿Quién ha prohibido los adornos que Dios ha producido para Sus siervos y las cosas buenas de que os ha proveído?” (Sura 7, Aleya 32)”».

En cuanto a la moda y la utilidad de la vestimenta islámica, dejemos que opinen dos especialistas no musulmanes: «Entre el ascetismo y el hedonismo, el valor que ha primado en las concepciones islámicas, para todo lo relacionado con lo corporal -alimentación, adorno, vestido, sexualidad, goce- ha sido un equilibrio. No se trata de un híbrido ‘término medio’ sino de una sutil combinación que la imagen del baño propuesta por el sociólogo tunecino Abdelwahab Bouhdiba viene a aclarar: “No es el calor lo ardientemente deseado por la cultura arabo-musulmana. 
Es el equilibrio. Ni el exceso de frío ni el exceso de calor son deseables, sino más bien un cierto frescor fundido en un cierto calor. A eso llama el Corán, salam, esto es salud”... El decoro en la apariencia física, además es una obligación del musulmán, quien ha de cuidar su cuerpo y ropas, evitando por igual la ostentación de la riqueza y la de cualquier lacra, procurando mantener en todo momento la pulcritud de su aspecto, incluso en condiciones de pobreza» (Martínez Montávez y Ruíz Bravo-Villasante: Europa Islámica. O. cit., p. 154).

Sigue en parte II

Fuente: Fundación Cultural Oriente http://www.islamoriente.com/

ISLAM: La leyenda del astrólogo árabe... parte 2


 
—Escuchadme, señor —rogó el astrólogo al rey—. Os he procurado gloriosas victorias con mi talismán y no os he pedido más que cuanto me era necesario para poner mis conocimientos a disposición de este reino… Otorgadme como premio, pues, esta cautiva perdida para que su lira de plata me sirva de esparcimiento en mis soledades… Si en verdad se trata de una hechicera, poseo yo conjuros suficientes como para que sean vanos sus malignos esfuerzos.

—¿Quieres más mujeres? ¿Y cómo es eso? —se opuso el monarca, exaltado y casi fiero, a la petición del astrólogo—. ¿Acaso no tienes ya cuantas bailarinas deseas para recrear tus ojos y divertir tus descansos?

—Son bailarinas, señor, sólo bailarinas, como bien decís —dijo el astrólogo—; mas cantantes, ninguna… Y os aseguro que me placería mucho oír una dulce voz que con sus armoniosas canciones relevara mi ánimo del peso que tanto me agobia, el de las horas dedicadas al estudio y a la meditación.

—Mejor harás concediendo una tregua a tus insaciables peticiones de ermitaño solitario —le dijo el rey, inquieto y molesto—. Quiero para mí a esta doncella, en la que adivino placeres y alegrías, y tanto gozo y tamaño regalo como David, padre del sabio Salomón, encontró en la amistad de Abishag la Bienamada…

Siguió insistiendo en su ruego el astrólogo, alegando nuevas razones que no sirvieron más que para acrecentar el disgusto y la impaciencia del monarca. Al fin dejaron de hablar los dos ancianos, ambos con gesto agrio y ojos de furia. El astrólogo fue a encerrarse entonces a su cueva para estar a solas con la desilusión que le había causado la rotunda negativa de Aben Habuz. Mas no tardó mucho en romper su propósito; quiso dar nuevo aviso al rey y aconsejarle que observara cautela y vigilancia sobre tan peligrosa cautiva cristiana. Pero ¿acaso hay enamorado en la senectud que preste oídos a consejos, por sabios que sean? Aben Habuz ya no atendía sino al influjo de su pasión, ya no perseguía otro afán que hacerse grato a los ojos de la hermosa cristiana; quería compensar la juventud que no tenía con las riquezas y tesoros que poseía en abundancia; cuando un anciano se enamora resulta en verdad generoso… No hubo en todo el Zacatín de Granada ricas sedas con que no se cubriese la doncella, ni exquisitas esencias con las que no se perfumara, ni joyas valiosas, ni adornos de puro capricho, que el generoso monarca no pusiera, pródigo y presto, ante ella. Cuanto de mayor rareza y valor llegaba de Asia y de África, pronto lo tenía en sus manos la cristiana. Se crearon para ella, además, los más diversos espectáculos y diversiones, tales como torneos, sueltas de toros, canciones, bailes… Granada fue por aquellos días una ciudad en la que no cesaban las fiestas y la alegría. La princesa gótica todo lo vivía con el aire que es propio de quien tiene por costumbre las excelencias superlativas. Recibía todo cuanto en su honor se hacía como lo que era propio de su rango, y más aún de su hermosura, porque exige la belleza que se le rindan mayores tributos que los que se dan al rango…

Parecía además entregarse a un secreto placer excitando a Aben Hazub para que gastara enormes sumas de dinero, que iban agotando el caudal de su tesoro, para luego aceptar como la cosa más natural del mundo los costosos obsequios, los agasajos delirantes, sin concederles la mínima atención ni aprecio. Con tamaña munificencia, sin embargo, es lo cierto que el generoso monarca no podía jactarse aún de haber hecho cautivo el corazón de la cristiana; es cierto, empero, que jamás lo humilló ella con gesto alguno de desprecio, pero no es menos verdad que nunca le halagó siquiera con una sonrisa. Cada vez que el anciano rey le expresaba su pasión, comenzaba ella a tañer su lira de plata, de la que extraía tan encantadores como místicos arpegios; así se apoderaba del rey la indolencia y quedaba al punto adormilado para caer no mucho más tarde en un sueño profundo del que despertaba vigorizado aunque con la pasión antes encendida ahora esfumada… Sufría en su galanteo, pero en sus letargos gozaba de sueños deliciosos que le esclavizaban aún más los sentidos. Granada se burlaba de su ceguera y de su infatuada pretensión de amante, las gentes de su reino censuraban ya abiertamente aquella actitud por la que gastaba el oro para no obtener más que la música de la lira de plata de la cristiana.
   
Al final, un claro peligro acabó por amenazar la tranquilidad del monarca y la seguridad de su reino, un peligro del que no avisó el talismán de la glorieta. Estalló una insurrección en la capital del reino y una turba asedió en armas su palacio, amenazando su vida y la de la cautiva cristiana. Latió entonces el corazón de Aben Habuz con la fuerza del espíritu guerrero que lo guió en otros tiempos, se puso al frente de un grupo de fieles y leales, puso en fuga a la turba en armas que lo asediaba y no reparó en medios hasta aplastar contundentemente la insurrección. Restablecida la calma, llamó al astrólogo, que apuraba en su encierro el amargo cáliz del resentimiento… Aben Habuz, sin embargo, le habló en tono conciliador y amistoso:

—¡Oh, sabio hijo de Abu Ayub! Bien hiciste en predecirme los peligros que habría de acarrearme mi amor por la bella cautiva… Dime ahora, tú que tan certeramente adivinas las contrariedades que nos reserva el porvenir, dime qué he de hacer para evitarlas.

—Alejad de vuestro lado a esa infiel cautiva, que es la causa de todo lo malo que os acontece —respondió el astrólogo.

—¡Antes prefiero perder mi reino! —clamó soberbio el monarca.

—Estáis, señor, en situación de perder vuestro reino y a la cautiva —le dijo el sabio.

—No te muestres así de inflexible y colérico conmigo —rogó el rey al astrólogo—; tú, el más sabio de los filósofos, compadécete de mi doble angustia de rey y enamorado, y dispón, te lo ruego, los medios necesarios para preservarme de los males que me amenazan… No me importa la gloria, puedes creerlo, ni el poder; sólo anhelo un dulce reposo… ¡Cuánto me gustaría encontrar un asilo lejos del mundo, de sus pompas vanas, de sus honores, de los cuidados que hay que observar de continuo! ¡Cuánto me gustaría dedicar lo que me quede de vida al sosiego y al amor!

Le miró el astrólogo árabe con los ojos muy abiertos bajo sus pobladas cejas y le respondió así:

—¿Qué recibiré a cambio, si os doy ese retiro al que aspira vuestra majestad?

—Pide tú mismo la recompensa que consideres más justa; ten por seguro que, si está al alcance de mi mano y de mi poder, será tuyo lo que desees… Tenlo por tan cierto como que está viva mi alma.

—¿Conocéis, ¡oh, rey!, la historia del jardín de Irem, unos de los mayores portentos de la feliz Arabia? —preguntó el astrólogo al su rey.

—Algo sé de tan hermoso vergel; muchas de sus maravillas me han sido contadas por labios peregrinos al regresar de La Meca —respondió el rey—. Además El Corán le dedica páginas que titula «El amanecer»… Pero, debo confesártelo, siempre he tenido todo eso por fábulas imaginadas por gentes con una mente muy impresionable; fábulas, nada más, como son los cuentos con que intentan complacerme los viajeros que llegan a mi reino desde países remotos, y aun impresionarme con sus aventuras prodigiosas y con sus no menos coloristas descripciones de lugares que, empero, no aciertan a situar en este mundo…

—Jamás despreciéis, ¡oh, rey!, lo que os cuenten los viajeros, porque sus cuentos envuelven muy valiosos conocimientos revelados en los más recónditos confines de la tierra… Sabed que casi todo lo que vulgarmente se dice y se habla del palacio y del jardín de Irem es verdad… Yo he tenido el gozo de contemplarlo con mis propios ojos. Oíd mi aventura, pues, que en ella encontrará vuestra majestad algo que mucho tiene que ver con lo que me ha sido solicitado… Señor, en los días de mi juventud primera, cuando sólo era yo uno de los muchos árabes de los desiertos, me dedicaba a cuidar con esmero los camellos de mi padre. Una vez, mientras atravesaba el desierto de Ade, se descarrió uno de ellos y no lo encontré… Lo busqué en vano durante días y más días; al final, fatigado, sin fuerzas para seguir, me eché a reposar bajo una palmera, junto a un manantial, y me quedé dormido a la hora del meridiano. Cuando desperté me hallaba a las puertas de una ciudad; entré, recorrí sus calles, sus mercados y sus grandes plazas, pero a nadie encontré allí, todo estaba en completo silencio. Seguí mi vagabundeo por la ciudad, hasta que arribé a un palacio suntuoso que tenía el jardín adornado con fuentes y estanques magníficos; un jardín pleno de flores extraordinariamente hermosas y de árboles pródigos en fruta. Mas seguía sin ver a nadie. Angustiado por aquella soledad tan extraña, me apresté a abandonar el lugar; salía ya por las puertas de la ciudad cuando volví los ojos para verla por última vez… Mas la ciudad, señor, se había esfumado… No vieron mis ojos sino el desierto inabarcable, solitario y silencioso… Caminé un poco más, asombrado, y me crucé al fin con la única persona que veía en mucho tiempo, un viejo derviche que conocía bien las tradiciones y los secretos ocultos en aquellos extraños parajes. Naturalmente, y pues me hallaba grandemente impresionado, le conté cuanto acababa de sucederme.
   
-Éso que has visto —me dijo el derviche— es el tan renombrado jardín de Irem, una de las maravillas del desierto, pues sólo se aparece muy de tarde en tarde a algún vagabundo o a un viajero como tú, para hacer que goce con la contemplación de sus torres, de sus palacios, de sus jardines extraordinariamente hermosos, de sus árboles frutales tan ricos… Pero muy pronto se desvanece y no queda más que el desierto. Hace muchos años, cuando los aditas moraban en este país, el rey Sheddad, hijo de Ad y bisnieto de Noé, fundó aquí una ciudad llena de esplendores; una vez terminada su construcción, admirando que estaba el rey tanta maravilla, se le envaneció su corazón de por sí orgulloso, y así, engreído, decidió edificar un palacio rodeado de frondosos vergeles que rivalizaron, es verdad, con los que dice el Corán que hay en el Paraíso… Naturalmente, no tardó en caer sobre su obra la maldición de los cielos; Sheddad y todos sus súbditos fueron barridos de la faz de la tierra y su espléndida ciudad y sus jardines cayeron bajo un hechizo perpetuo, que los oculta a la vista de los humanos, salvo en contadas ocasiones como la que tú has tenido la suerte de gozar. Así castigó el cielo la soberbia de aquel rey.

Hizo una pausa el venerable Ibrahim en su relato, y siempre ceremonioso prosiguió:

Receta Musulmana: Gulash - Hojaldre con frutos secos


Ingredientes 
1/2 kg de Gulash ( masa de hojaldre especial )
1 vaso de aceite /o mantequilla
Sirope ( azúcar / agua / limón )
Frutos secos machacados o cacahuete machacado

Preparación
A) Sirope:
Poner 1/2 vaso de azúcar en una cazuela, cubrirla con 1/2 de agua , zumo de 1 limón.Dejar hervir a fuego lento hasta que tenga el espesor deseado el Gulash.
B) Gulash:
1- Cortar el Gulash en trozos rectangulares, untarlos con el aceite o la mantequilla derritida.
2- Poner una cantidad del relleno en el extremo y enrollar en forma de dedos.
3- Untar el molde con aceite, colocar el Gulash, meter en horno a temperatura mediana.
4- Sacar del horno, regar con el sirope.
5- Servir frío.

ISLAM: La leyenda del astrólogo árabe... parte 1



En tiempos de la antigüedad, hace cientos de años, vivió un rey moro, el llamado Aben Habuz, que tomó asiento en el trono de Granada. 
Llevó en sus días de juventud una existencia plena de aventuras y conquistas, y cuando se vio menoscabado de salud y en decadencia, no deseaba otra cosa sino vivir en paz con el mundo, para acariciar plácidamente los laureles que obtuvo en sus días de gloria y gozar así de las posesiones que supo conquistar a sus vecinos. 
Ocurrió, empero, que a tan débil y apacible anciano le salieron rivales jóvenes, príncipes vigorosos que ansiaban la guerra y la gloria, los cuales le pidieron cuentas sobre los saqueos y pillajes con que había sometido y castigado a sus padres. Se manifestaban en rebelión contra Aben Habuz, así, e intentaban invadir su capital y ciertas y prósperas comarcas del territorio de su reino, a las que el soberano trató antaño con mano férrea, cuando era joven y poderoso.

El caso fue que Aben Habuz tenía, en su vejez, enemigos por doquiera, en todas las lindes de su reino, y que esos enemigos eran fuertes entonces y estaban decididos a avasallarlo como fuera y sin piedad; y como Granada está rodeada de altas montañas que impiden observar los movimientos de una tropa que se acerque a la ciudad, el atribulado rey se vio obligado a sostener un incesante estado de alarma y vigilancia, no sabiendo de dónde podría llegarle el ataque que lo amenazaba. 
Fue en vano que erigiese atalayas en las alturas y que plantara centinelas en todos los accesos, con órdenes estrictas de encender hogueras de noche y de levantar durante el día humaredas apenas se aproximara al reino un grupo nutrido cualquiera, en actitud belicosa o no… Sus enemigos, también en alerta, burlaban tales precauciones y se mostraban dispuestos a cruzar el desfiladero menos conocido y más difícil de salvar, para arrasar así las tierras de Aben Habuz ante sus mismos ojos, tomarle muchos prisioneros y volver a las montañas con un botín extraordinario. ¿Hubo alguna vez alguien en situación más dramática entre todos los monarcas valetudinarios y pacíficos a la fuerza?

Aben Habuz, muy preocupado ante tales perspectivas, asaeteado de continuo por los disgustos y los sinsabores, acertó a llevar a su corte a un médico y astrólogo árabe, ya muy anciano; la barba, blanca como la nieve, le llegaba a la cintura; no se le podía calcular la edad, mas por su aspecto estaba claro que tenía muchísimos años; no obstante su ya larga existencia, había hecho a pie todo el camino desde Egipto, sin más ayuda que la de un báculo tallado en jeroglíficos. Tenía por nombre el de Ibrahim Ebn Abu Ayud y atesoraba gran fama, diciéndose de él que vivía desde los días del mismísimo Muhammad (BPD), hijo de Abu Ayub, el último de los fieles que siempre acompañaron al Profeta (BPD) . Ya en los días de su niñez, Ibrahim había seguido a los ejércitos de Amru que entraron en conquista en Egipto, donde se estableció para estudiar las ciencias ocultas, demonología, hechicería, y particularmente la magia, con los sacerdotes de los faraones. 
Se decía, sobre todo lo anterior, que había develado el secreto acerca de cómo prolongar la vida, con cuya virtud consiguió alargar la suya propia de tal manera que pasaba ya de los dos siglos, a pesar de que, según contaba él mismo, no había conseguido dar con aquel secreto hasta que la mucha carga de sus años le pesaba ya terriblemente, razón última de que lo único que consiguió hacer perenne en sí mismo fueran las arrugas y los blancos cabellos.

  
Hombre así de maravilloso fue recibido con la mayor solemnidad por el rey, quien, al igual que gran parte de los monarcas que alcanzaban la edad provecta, dispensaba un trato de favor muy especial a los médicos. Le ofreció aposentos en palacio, pero el médico y astrólogo prefirió habitar una cueva en la falda de la montaña que se alza soberbia sobre la ciudad de Granada, el mismo lugar donde más adelante sería erigida la Alhambra. 
Hizo que se ampliara la cueva hasta convertirla en una sala espaciosa y de techo alto, donde ordenó que abrieran un agujero circular, tan grande como la boca de un pozo, para poder ver a su través el firmamento y contemplar los astros incluso bajo el sol del mediodía. Escribió jeroglíficos egipcios en las paredes de la cueva, cubriéndolas, pues, de signos cabalísticos y de reproducciones de los planetas y de las estrellas en sus constelaciones completas. En una palabra, llamó a su lado a los artesanos granadinos más reputados, a los que dirigió en la construcción de útiles y de artefactos varios, cuyas propiedades secretas, sin embargo, a nadie reveló.

En muy poco tiempo pasó a convertirse el muy sabio Ibrahim en el consejero más querido por el rey, que le pedía opinión ante cualquier dificultad o duda que se le planteara. Clamaba un día Aben Habuz contra la injusta enemistad de sus jóvenes vecinos, y lamentaba verse obligado a mantener tan desasosegada vigilancia sobre su reino, cuando al acabar su exposición y cesar en sus lamentos, el astrólogo, tras guardar un largo silencio, dijo al fin: «Sabed, ¡oh!, rey, que hallándome en Egipto presencié una maravilla sublime, ideada por una sacerdotisa pagana de la antigüedad… En la cumbre de una montaña que se eleva sobre la ciudad de Borsa, y que mira al gran valle del Nilo, había una figura de morueco, y encima la de un gallo, ambas fundidas en bronce, que giraban sobre un eje… Cuando corría el país peligro de invasión, se volvía la figura del carnero hacia donde venía el enemigo y comenzaba a cantar el gallo… Los moradores de Borsa sabían así, no sólo del peligro, sino del lugar por donde se aproximaba la tropa, y podían prepararse para la defensa de su tierra con antelación suficiente».

 —¡Dios es grande! —exclamó el pacífico Aben Habuz—. ¡Qué preciado tesoro sería para mí poseer un morueco como ése, alerta sobre las montañas que rodean mi reino, y otro gallo igual que lanzara su canto ante la amenaza…! ¡Alá Akbar! ¡Cuán plácidamente podría dormir en mi palacio con esos centinelas!

Receta Musulmana: Baba Ganoush (Baba Ghannouj)

 El baba ganoush es una exquisita pasta de berenjenas muy clásica dentro de las recetas de cocina árabe. Es muy fácil de prepararla y, al igual que el hummus, es uno de los acompañamientos más tradicionales dentro de la comida árabe.
Para poder preparar el baba ganoush, necesitarás de los siguientes elementos:
Medio kilo de berenjenas negras
Dos dientes de ajos picados
Tres cucharadas de pasta de sésamo (tahina)
Dos cucharadas de aceite de oliva
Sal y pimienta a gusto
Perejil picado

En primera instancia, debes asar las berenjenas en horno fuerte, hasta que estén bien tiernas. A continuación, retiras la cáscara. Luego las picas bien finas o las introduces en el vaso de la procesadora. Añades los ajos picados y el aceite de oliva, procesando hasta que quede una pasta bien homogénea y sin grumos.
Agregas la tahina y mezclas bien, agregando también sal, pimienta y, si consideras que le falta un poco de acidez, el zumo de medio limón. Luego acomodas en un bol y decoras con el perejil picado. Esta es una de las tantas magníficas recetas de comida árabe, que puedes utilizarla para acompañar todo tipo de carnes.
http://www.innatia.com/s/c-cocina-arabe/

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Al-Nakba y el derecho absoluto al regreso a la tierra propia - Al-Nakba et le droit absolu de retourner à la terre elle-même

El inalienable derecho al retorno de los  palestinos
Por Said Alami
  
El derecho del pueblo palestino  a regresar a sus tierras y a su patria, Donde ha estado  (y sigue estando) a lo largo de la Historia, a través de sus antepasados cananeos, fenicios y filisteos ( grandes pueblos de grandes civilizaciones) es un derecho reconocido mundialmente. La legalidad internacional exige el retorno del pueblo palestino a sus patria  y respalda sus derechos nacionales a través de numerosas resoluciones de la ONU.
Con toda la desfachatez de la que son capaces,  los propagandistas israelíes  niegan este derecho a los palestinos. Ellos, tan lloriqueantes en los medios de información, y genocidas consumados sobre el terreno palestino,  pueden impedirnos, gracias a su fuerza militar y la de Estados Unidos, que regresemos a nuestro país, pues no se espera otra cosa de semejante mentalidad racista, pero eso nunca significará que ellos, ocupando nuestras casas y tierras, en lo que hoy se llama Israel, tienen derecho alguno a impedir nuestro retorno.
Ellos, los israelíes, pueden impedirnos  el retorno, pero no para siempre, dado que sin nuestro regreso Israel  jamás tomará carta de naturaleza en la región y seguirá siendo un cuerpo extraño y repulsivo en Oriente Próximo.
El Estado de Israel se implantó por la fuerza bruta hace 54 años, aprovechando la debilidad árabe de entonces, y sin embargo, sigue sin haber conseguido su propia independencia dado que sigue sin poder valerse por sí mismo y sigue dependiendo todos los días de su existencia de la protección de Estados Unidos.  El que los Gobiernos de Egipto y Jordania hayan reconocido a Israel diplomáticamente no significa nada, dado que los pueblos de ambos países y de toda la región siguen rechazando cualquier normalización con los israelíes. Sin el regreso de los palestinos no habrá paz y sin la paz Israel seguirá siendo un proyecto fracasado y condenado a desaparecer, como antes desaparecieron los reinos de Israel y de Judea, que también eran cuerpos extraños, hostiles y agresores en Oriente Próximo donde los pueblos autóctonos nunca llegaron a aceptarlos.
Los propagandistas israelíes minan los pretendidos cimientos morales de la propia existencia de Israel cuando niegan el derecho de los palestinos a retornar a su patria mientras proclaman como normal y natural  el retorno a Palestina de personas de confesión judía  de Rusia, Polonia, Estados Unidos, Argentina, etc. que, según ellos, sus antepasados vivían en Palestina  hace dos milenios. Sin lugar a duda cualquier persona con dos dedos de frente  se sentiría insultado ante este repugnante y absurdo doble rasero que ni los formidables aparatos de propaganda del sionismo mundial pueden justificar ante los ojos de la Humanidad.
Nosotros, los palestinos, tenemos en nuestras filas a las  mismas personas que fueron expulsadas de Palestina, así como sus descendientes directos (hijos y nietos) que llevan medio siglo luchando por retornar a su patria  (¿queda alguien en el mundo que no haya oído hablar de la lucha del pueblo palestino?).
Los israelíes necesitan  ocultar a la opinión pública occidental, especialmente a la estadounidense, sus horrendos crímenes contra los palestinos cometidos en 1947 y 1948, (cuando forzaron el  éxodo  del pueblo palestino,  incluidos mis padres, tíos y abuelos)  y el interminable holocausto  que los palestinos vienen padeciendo desde entonces. 
Por lo tanto, y sin dejar de lloriquear ni un instante,  vienen contando a esa opinión pública que los palestinos (casi un millón de almas en 1948) se marcharon de sus tierras azuzados por sus dirigentes como decía hace unos días  en un artículo uno de esos propagandistas sin escrúpulos y que no hace más que repetir la misma  retahíla de falacias que lo vienen haciendo desde hace decenios todos sus compañeros de campaña, azuzados por el sionismo mundial.   
Los palestinos fueron expulsados a punta de fusil por las organizaciones terroristas judías como Stern, de Isaac Shamir, e Irgun, de Menahem Beguin,  que perpetraron espeluznantes matanzas  para aterrorizar a la población palestina en 1947 y 1948, antes de obligarla  a abandonar el país. Matanzas como la de Deir Yasin cometida bajo mando de Menahim Beguin el 9 de abril de 1948 y en la que los criminales de Irgun llegaron incluso a abrir en canal a las mujeres embarazadas.  
De esta y otras matanzas perpetradas por los judíos en Palestina (la de Ain Azzaitun en abril 1948, la de Salahiddin, en el mismo mes, Iqret en diciembre 1951, Attireh, julio 1953, Abu Gosh, septiembre 1953, Kafr Qasem, octubre 1956, etc.) existen un sinfín de documentos.

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